lunes, 13 de agosto de 2007

Mapirito

(Relatos infantiles para mis nietos y bisnietos)

Mapirito se ha llamado
el lugar en que vivimos,
solo se habrá derrumbado
la casa donde nacimos.

Casa campestre tenía
holgadas habitaciones,
y una rústica alquería
alojo de los peones.

Fuimos varios los hermanos
y un huérfano recogido,
quedó sin madre temprano
y la nuestra le dio abrigo.

Pequeños éramos cinco
baquianos de la sabana,
Rafael, Antonio, Francisco,
Cecilia y yo las hermanas.

Nos obliga a despertar
Bravonel, con sus ladridos
siguiéndonos al corral
entre reses y bramidos.

En espera apetitosa
del ordeño de Fortuna,
su tibia leche espumosa
tomábamos en totuma.

Nos daba un jaujau dorado
Paula, experta en el aripo
que con la leche mezclado
lo encontrábamos más rico.

Dejábamos los corrales
sin ajustar las tranqueras
a coger en matorrales
golosinas sabaneras

El botín lo compartíamos
entre riñas y jarana,
porque todos preferíamos
las guayabitas raijanas.

Abriendo alambres de púa
que cercaban el solar
salíamos por la abertura
buscando donde jugar.

Invadíamos potreros
persiguiendo lagartijas
escarbando bachaqueros
y las casitas de hormigas.

Dispersábamos las ranas
que enloquecidas huían
y en las quebradas cercanas
rápidamente se hundían.

Por cultivadas laderas
donde crecen las auyamas,
pisábamos sementeras
ahuyentando las iguanas.

Coleccionábamos cuibas,
corozos y caracoles,
pito pito y espigas
parapara y cundeamores.

Atrapábamos cocuyos,
tarítas y cerbatanas
y arrancábamos capullos
para echarle a las tiojanas

Celosas nos vigilaban
las negras Juliana y Pía,
libertas de los Monagas
que nuestro hogar acogía

Desoyendo sus alertas
arreábamos los becerros
a empalizadas abiertas
azuzándole los perros

Ocultos en el sembrado
callamos el vocerío
temeroso del ganado
que salía a beber al río.

Íbamos a la quesera
fatigados de relincho,
a saber de qué manera
hacían los quesos de cincho.

Justo y Pablo, los peones
en los burros nos montaban,
y revisando sillones
cuidadosos nos guiaban.

Nos apean en la cocina
donde en un ture, sentado
espantaba las gallinas
Milano, el viejo soldado.

Rememora sus campañas
en las luchas federales.
Refiriéndonos hazañas
de godos y liberales.

Escuchábamos atentos
curiosos y amedrentados
los aterradores cuentos
de un revoltoso pasado.

En canoas abandonadas
bajo los anchos halares.
De las gallinas echadas
registrábamos nidales.

Francisco, sin hacer ruido
ágil trepaba las matas
creyendo hallar en los nidos
las ariscas paraulatas.

Volvíamos a la casa,
sedientos del agua clara,
repartida por Tomasa
de sus obscuras taparas.

Pendientes de las cigarras
cuyo susurro se oía
no atendíamos las pizarras
que mamá nos imponía.

No había reprensión ceñuda
de los padres tolerantes
ella frágil y menuda,
él robusto y arrogante.

Felices fueron los años
en la estancia campesina
sin sospechar desengaños
que malograran la vida.

De aquella niñez traviesa
añorando su ventura
se aminora la tristeza
en mis horas de amargura.

Del paraíso perdido
tan sólo quedamos dos,
Los otros han acudido a la llamada de Dios...

Vicenta Nuñez Sucre de Yanez

1968

Un Cuarteto para Jose Antonio

A solicitud mía, en cinco minutos, improvisó este soneto que llevo escrito en el corazón...

Gracias Abuela

* "Cuando el dardo de los años agota mi inspiración
me pides hijo del alma te escriba una poesía.
Si pudiera improvisarla cuánta ternura tendría
para ti que eres latido de mi propio corazón....."

En la noche del 14 de enero de 1.980