jueves, 18 de noviembre de 2010

La Abuela ( Carmen Sucre Alcalá )

a las hijas de Antonio, mi hermano predilecto..

Mí madre tenía el andar
tan leve como la brisa
era tímida y fugas
en sus labios la sonrisa ...

Desprovista de experiencia
ingenua, bella y mimada
comenzó su adolescencia
con afanes de casada...

Contando tan pocos años
destruyeron su alegría
rudezas y desengaños
que élla antes desconocía...

Desvaída la belleza
por su palidez de cera,
una profunda tristeza
quedó en su expresión severa...

Conservaba todavía
esbeltez en la figura,
y en el gesto parecía
espontánea su finura...

Apenas se le escuchaba
la voz sosegada y queda
que a su palabra le daba
una suavidad de seda...

Tuvo su faz la blancura
del pétalo de una díamela,
y un destello de amargura
en sus ojos de gacela...

Llevando su alma una pena
empeñada en ocultar,
siempre hermética y serena
no la veíamos llorar...

Amante de la cultura
de noche se entretenía
eligiendo la lectura
que su gusto prefería...

La mano ágil y pequeña
combinando coloridos
con habilidad diseña
la trama de sus tejidos ...

Compasiva y laboriosa
en su esfuerzo conseguía
la dádiva generosa
que a los pobres ofrecía...

Sus finos dedos de priora
hojean su devocionario
mientras espera la hora
de comenzar su rosario...

El término de su vida
fué fugaz como la brisa,
sólo parecía dormida
en sus labios la sonrisa...

Evocándola he sentido
su voz cadenciosa y leve,
susurrándome al oído
que las madres nunca mueren... 

Vicenta Nuñez Sucre

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